El secreto para poder fabricar buenos cartuchos está en usar los mejores componentes: pistón, vaina, pólvora, taco y perdigón.
Es el alma de un cartucho, metálico o semimetálico. Su correcta elección y dosificación define el comportamiento de la munición. La pólvora utilizada para carga de cartuchos es de las denominadas sin humo, no explosiva, y que implica muy poco riesgo para los usuarios.
Hay diversos tipos, y grandes diferencias entre las pólvoras para carga o recarga; por tanto hay que tener en cuenta que todas ni son iguales ni sirven para todo.
Las hay más vivas o más lentas según las necesidades y prestaciones que se le exijan al cartucho: no es lo mismo cargar uno de 24 gramos que otro semi-magnum de 40 gramos.
En la actualidad, dada la actual oferta y variedad, limitarse al uso de una o dos variedades de pólvora para toda la gama de cartuchos, implica que no se están usando componentes óptimos, sino siguiendo una estrategia de costes. El producto funcionará, pero no lo hará de forma adecuada.
Hay que tener en cuenta que el pistón y la pólvora son los dos agentes con materia explosiva de un cartucho y, por tanto, los elementos con mayor riesgo en su tratamiento y manipulación.
El pistón o fulminante es el primer elemento necesario para producir el disparo: una importancia vital ya que, tras la presión de la aguja percutora, se realiza la ignición del cartucho, que a su vez lleva al lanzamiento de los proyectiles, ya sea en forma de bala o perdigones. De ahí su delicadeza e importancia.
Un pistón consta de cinco elementos:
• Tres elementos metálicos: contenedor del explosivo, cápsula del pistón y yunque.
• Un elemento de papel: el disco.
• El elemento explosivo, en este caso, la pasta iniciadora.
Un elemento tan delicado necesita de un control de calidad exhaustivo (de acuerdo a normas CIP y Military Standard 105 D) para asegurar su correcto funcionamiento, que consiste en someter a los pistones a la caída de un peso de 56 gramos, con una punta de 2 mm de diámetro, para que el pistón se inicie al 100% si la altura es de 178 milímetros y no se dispare nunca si la caída es de 38 milímetros.
Su función es proteger el perdigón y la pólvora, y para su fabricación son necesarios tres elementos:
• Un tubo, normalmente plástico.
• Un culote metálico, que determina la categoría o tipo de cartucho.
• La tapa interna, que ayuda a un perfecto engarce entre el tubo de plástico y el culote metálico.
El engarce de estos tres elementos se efectúa por medio de presión de manera que, para separar la vaina del culote metálico, hace falta ejercer una fuerza en el tubo de plástico superior a 100 kilos. Sólo con la altísima tecnología que permite la producción de miles de millones de estos elementos se garantiza una perfecta uniformidad.
El taco es el gran olvidado de los componentes del cartucho, cuando su función es fundamental en la consecución de la regularidad balística en presiones y velocidades. De hecho, la calidad de una munición depende en gran manera de la de su taco: cuanto mejor sea éste, mejor rendimiento y mayor garantía del funcionamiento óptimo de la munición. A grandes rasgos, es la parte del cartucho que separa la pólvora del perdigón. Suele ser de plástico e incorporar aletas que protegen los perdigones evitando su fricción con el cañón. Evita, en primer lugar, que éste se emplome: los perdigones, al salir muy calientes y encontrarse con el choke, tienden a desprender pequeñas partículas, residuos de plomo que, a la larga, quedan pegados en la boca de la escopeta. Si no se limpia adecuadamente los tiros posteriores serán deformes.
Un segundo cometido es el de aprovechar al máximo los gases fruto de la combustión de la pólvora, por lo que su parte posterior, la que está en contacto con ésta, debe ser ligeramente de mayor diámetro. Además, si posee una buena capacidad de amortiguación hará que el disparo sea más suave. Sus aletas también cumplen una función: cuando el taco sale del cañón se abren para hacerlo caer cuanto antes y evitar que pueda distorsionar el cono de disparo de los perdigones.
Aunque es algo que está hoy muy estandarizado, aún vemos tacos defectuosos o en los que ninguna aleta se abre, con lo que el taco acompaña a los perdigones demasiado tiempo pudiendo provocar huecos en el disparo.
Los perdigones son una de las pequeñas bolas de plomo que contiene un cartucho y el elemento principal de éste.
Siguiendo antiguas reglas inglesas, son mayores cuando su número es más pequeño, y al revés: uno del 9 tiene 2 mm de diámetro frente a los 2.75 mm de uno del 6. Los países del centro de Europa, sobre todo Alemania, Austria y Suiza, recurren para su identificación a su diámetro en milímetros. Esto tiene sentido para saber claramente el tamaño del perdigón y para unificar criterios, ya que, por ejemplo, el número 8 en Italia mide 2,30 milímetros, en España 2,25 y Gran Bretaña 2,20.
Sobre su dureza, para cazar se debe utilizar un perdigón blando, con 1,5% de antimonio máximo en su composición; para tirar al plato, lo más duro posible, con un mínimo del 2,5% y hasta un 5%–. Unos perdigones finos, de 9a o 10a, perderán mucha velocidad una vez que salgan del cañón, pues el peso específico de cada uno es muy pequeño y la velocidad tiende a disminuir rápidamente.